miércoles, 13 de abril de 2011

Fabrica Universal del Conocimiento

EL PROCESO DE PRODUCCION
Los talleres
Podríamos imaginar el mundo de los conocimientos (con la expresión “mundo de los conocimientos” se quiere mencionar al lugar donde se producen), como un inmenso taller equipado con todos los instrumentos que se conocen y en el cual constantemente se inventan nuevos instrumentos.
El taller funciona como una fábrica en la cual laboran incesantemente desde siempre alucinados hombres de todos los tiempos. Es una fábrica de conocimientos. En su interior seres ajetreados alimentan  permanentemente el artilugio con una preciosa materia prima, consistente en la variedad y diversidad de los fenómenos que perciben. Puede verse -si se presta atención- cómo es que sin pausa ni descanso someten esta materia prima a los más variados, sorprendentes y extraordinarios procesos de análisis, reconstrucción, mezcla, ordenación, homogenización, diversificación etc., siguiendo diversos métodos de acuerdo a los objetivos y fines que en cada caso los motiva a ejercitar tan febril empeño.
El resultado que arroja tal actividad es un producto consistente en las más variadas, bellas, útiles, simples, complejas y siempre sorprendentes conclusiones, de índole tan diversa que ninguna imaginación podría  abarcar. Sus autores cuidadosamente las retocan, embellecen, reelaboran y por ultimo exponen brillantemente ante ingenuos, necesitados y ávidos consumidores interesados en saber lo ultimo de lo que se sabe.   
Las conclusiones así obtenidas pasan a formar parte del inmenso cúmulo de los conocimientos.    Estos luego se ven sometidos  a las más rigurosas críticas y exámenes de calidad realizados con el propósito de evaluar su certeza, consistencia, utilidad, verdad, bondad, justicia. A continuación de agrupan en clases o tipos: teologia, filosofía, ciencia, jurisprudencia, magia, brujeria, etc. 
Posteriormente los conocimientos obtenidos, -con partida de bautismo que identifica su progenie-, son utilizados aplicándolos a los más diversos propósitos emprendidos en pos de conseguir objetivos  aun más sorprendentes muchas veces contrarios a aquellos imaginados al producirlos. Aparecen entonces nuevos fenómenos que alimentan los talleres de la portentosa fábrica de la cual han salido las conclusiones que alientan la realización de los más grandes y sublimes bienes de que goza el hombre y la ejecución de los más terribles y atroces males que lo agobian continuamente.

Diversidad y Multiplicidad
La riqueza y diversidad de las conclusiones que arrojan los talleres de la fábrica universal de los conocimientos es tanta como la de los fenómenos que en su interior se procesan, la de los agentes que allí laboran y los métodos que inventan. Estos últimos, por otra parte, persiguen finalidades singulares cada uno de ellos, finalidades que muchas veces resultan opuestas y divergentes con las que otros buscan. Utilizan asimismo distintos instrumentos, adecuados, generalmente elaborados específicamente para alcanzar los fines que persiguen.  
Este estado de cosas obra de modo tal que el intrincado trayecto que empieza en las persepción de los fenómenos termina desdibujando las conclusiones alcanzadas, condicionadas siempre por insondables motivaciones de los agentes y los fenómenos a que ellas se refieren, irremediablemente modificados en el curso de los  procesos a que son sometidos. Con muchísima frecuencia ocurre que las conclusiones alcanzadas resultan incongruentes, opuestas, incompatibles o contradictorias unas con otras. Y, ciertamente nada extraordinario hay el ello. Siendo universal la razón que ilumina a todos los individuos del género humano, no lo son en cambio ni los fenómenos percibidos por cada uno de ellos,  ni los objetivos y finalidades que los impulsa, ni los métodos que utilizan  en la persecución de conclusiones que les permite asegurar qué es lo justo o injusto, qué lo verdadero o lo falso, y qué lo conveniente o inconveniente.  Lo sorprendente y extraordinario sería que siendo tanta la diversidad las conclusiones fuesen idénticas. [1]
No es posible hacer ningún juicio cierto y definitivo sobre la bondad, verdad o falsedad, justicia o injusticia de los resultados que arroja la intensa actividad que se desarrolla en la maravillosa fábrica. Y, aquel que intente hacer un juicio cierto y definitivo, cualquiera sea su extensión o profundidad, solamente alcanzará a elaborar una conclusión más entre las muchas conclusiones que en el gran taller se trabajan. Tendrá, además, el aciago destino asignado a todos los productos que de allí salen. Será pasible de crítica, oposición y contraste. Estará pendiente de evaluación. Será, por consiguiente, un resultado provisional, siempre dudoso. Materia prima que nuevamente alimentará los talleres de la fábrica.
La conclusión final
La conclusión definitiva, no es prueba de sabiduría sino de ignorancia. Como Platón haría decir al Extranjero de Elea: “Me parece ver una forma de ignorancia muy grande, difícil y temida, que es equivalente en importancia a todas las otras partes de la misma... Creer saber, cuando no se sabe nada. Mucho me temo que ésta sea la causa de todos los errores que comete nuestro pensamiento… Y creo que sólo a esta forma de ignorancia le corresponde el nombre de ausencia de conocimiento,  in-sapiencia” (Sofista 229c).  Platon lo sabía perfectamente porque lo decía el extranjero de Elea, pero, Platon no creía en lo que él decía. Fue un acerrimo amante de las últimas conclusiones, de las verdades que ciegan, las que solo pueden contemplarse.
La conclusión última y el juicio final, se encuentran en las antípodas de la razón; conducen a contradicciones insolubles o generan sangrientas confrontaciones; forman parte del imaginario de lo catastrófico. 
Parménides, Zenon de Elea, Aristóteles y Bertrand Russell, entre muchos oros, razonaron hasta las últimas consecuencias en pos de la conclusión final. El primero razonaba sobre el ser, que no puede dejar de ser lo que es, sin negarse a si mismo, lo cuál excluye todo cambio y niega el movimiento. Aristóteles para explicar el movimiento razonó sobre el lugar que ocupan las cosas, el cambio de lugar que explica el movimiento, y las contradicciones que surgen al considerar el lugar de todos los lugares. Bertrand Russel razonó sobre las reglas que regulan las operaciones sobre conjuntos y las contradicciones a que conduce la consideración del conjunto de todos los conjuntos.
Alcanzada la conclusión última huelga la razón. Se abre el paso al camino que conduce a la guerra justa.  
Los guerreros
Pero no siempre se piensa que no hay conclusión definitiva, sino precisamente todo lo contrario. La creencia opuesta es sorprendentemente la más común. En todos los tiempos y lugares –desde que se tiene memoria- aparecen ardorosos amantes de las propias conclusiones. Con febril entusiasmo proclaman el hallazgo de la conclusión final. La conclusión  depositaria de la justicia y la verdad ultimas, indudables e inconmovibles.
En cierto modo la historia de la filosofía y de la ciencia es la historia de la vida de estos hombres y la de sus proclamas, y la de aquellos otros que con similar propósito las niegan. Tan interesado en el conocimiento está el escéptico como el dogmático.  
Una tradición muy antigua que se remonta a los orígenes de la Filosofía induce a quienes laboran en sus talleres a formar sectas y partidos de creyentes cuyas facciones regularmente se enfrentan en luchas intestinas afirmando cada una de ellos la preeminencia de sus conclusiones sobre las otras.
Muy pronto  propugnan la paralización total o parcial de las actividades fabriles y la destrucción de los talleres ajenos para impedir la producción de nuevas conclusiones o prohibir la elaboración de otras.
Los fanáticos de si mismos, supuestos poseedores de la verdad no admiten conclusiones contrarias a las suyas.
Muchos de ellos, poniendo manos a la obra en la ejecución del propósito de impedir el funcionamiento de los talleres de la fábrica suelen hacer uso de mecanismos que van desde la crítica intolerante a la ejecución de los mentores de las conclusiones prohibidas[2], el arrasamiento de ciudades que las acogen o el aniquilamiento de poblaciones de infieles.[3]
Siempre aducen el descubrimiento de la conclusión definitiva, eterna ordenadora de todos los fenómenos,  de todas las actividades, procedimientos y métodos que, por eso mismo, torna superflua o impía, retrógrada o subversiva, absurda o vana toda otra conclusión posterior que no gire alrededor de la que ha de regir todo pensamiento y todo juicio. 


ORDENACION DEL CONOCIMIENTO

Pero no es la tormentosa historia del turbulento taller que funciona como una  maravillosa fábrica de conocimientos, ni el examen de la bondad de los resultado de su actividad[4] el motivo de las mayores cavilaciones sino el de las condiciones de su funcionamiento y el catalogo de sus productos. Para examinar las condiciones de su funcionamiento y elaborar el catálogo de sus productos, hay que retornar al momento de  las interrogantes que surgen al considerar el enorme conjunto de los conocimientos que sin cesar emanan de los talleres que desde siempre albergan todo juicio y todo pensamiento: ¿Qué conclusiones, agentes, fenómenos, procedimientos, fines y objetivos concurren en el proceso de constitución del conocimiento?. Esa fue la pregunta inicial que dio curso a nuestra reflexión y el brevísimo recuento hecho señala que la producción de los conocimientos es eterna e ilimitada, porque… ¿Quién podría decir cuando empezó la actividad que les da origen o cuando terminará?, ¿Quién podría poner límite a la infinita variedad de lo perceptible?. ¿Quién podría poner límite al afán que mueve a los hombres en su propósito de hallar conclusiones que indiquen que es lo verdadero o lo falso y qué lo justo o injusto?, ¿Quién podría limitar el establecimiento de nuevos talleres en los que se examinen fenómenos inimaginables o a la creación de nuevos métodos y procedimientos para hacerlo?, ¿Quién, en fin,  podría poner límite a los incontables fines y objetivos que se fija la incontenible imaginación de los hombres?  Nadie y como nadie puede hacerlo el proceso de producción de conocimientos es ilimitado en extensión porque nada puede detener su expansión y eterno porque no tiene principio ni fin en el tiempo.


[1] Protagoras aseguraba que el hombre es la medida de todas las cosas. Su tesis es conocida como la del hombre medida. “El hombre es la medida de todas las cosas, del ser de las que son y del no ser de las que no son”  (PLATON. Protagoras. Editorial Gredos)
[2]  El acongojado Platón en el diálogo Fedón, concluye el relato de la muerte de Sócrates,  su provocador maestro, la mas famosa víctima de la intolerancia, con estas palabras: “Ese fue el fin… que tuvo nuestro amigo, el mejor hombre, podemos decir nosotros, de los que entonces conocimos, y, en modo muy destacado, el mas inteligente y justo”
[3] El examen del origen del conocimiento es en cierto modo indiferente para proceder al examen del conjunto que constituyen puesto que independientemente de su origen, el conjunto está dado y es identificable. En el diálogo Menon, Platón da cuenta de las creencias de Sócrates respecto al origen del conocimiento, para Sócrates: Conocer es recordar. “El alma, pues, siendo inmortal y habiendo nacido muchas veces, y visto efectivamente todas las cosas, tanto las de aquí como las del Hades, no hay nada que no haya aprendido; de modo que no hay que asombrarse si es posible que recuerde, no solo la virtud, sino el resto de las cosas que, por cierto, antes también conocía… el buscar y el aprender no son otra cosa, en suma, que una reminiscencia.” Platón Diálogos. Menon. 81.d).   Nietzsche asegura que el conocimiento es un invento ocurrido en un lugar y momento, dice así: “En algún punto perdido del universo, cuyo resplandor se extiende a innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que unos animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el momento mas mentiroso y arrogante de la historia universal.” (Citado por Michael Foucault. La verdad y las formas jurídicas. Editorial GEDISA. Barcelona, 1996. Pág. 19). Bruno Snell, en cierto modo coincide con Nietzsche, piensa que el conocimiento fue creado por los griegos, anota: “Los griegos crearon de raíz lo que llamamos pensamiento…descubrieron el alma humana y el espíritu humano”… lo cual se expresaría en los caminos seguidos por la filosofía, el arte y la ciencia en el intento de… “captar de manera racional la naturaleza y la esencia del hombre”. Fuentes del Pensamiento Europeo.
[4] Intentar la historia de la fábrica o de alguno de sus talleres o examinar la bondad de sus resultados siempre nos conducirìa a elaborar algunas conclusiones con lo cual agregariamos un producto mas a la infinidad de los ya producidos, con todas las consecuencia que implica. Por eso nos limitaremos solamente a examinar su funcionamiento y catalogar sus productos.